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Bushido

  • Bujinka Fuensalida
  • 11 mar 2019
  • 4 Min. de lectura

Bushido. Casi todo el mundo ha oído alguna vez esta palabra, esta expresión; incluso la han llegado a usar. Esta palabra puede traducirse comola vía o camino del guerrero o del samurái. Se ha escrito y hablado mucho sobre ella. Pero, ¿realmente sabemos lo que significa?, ¿O es uno de esos conceptos como decía San Agustín? “¿Qué es, pues el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; si quiero explicarlo a quien me lo pide, no lo sé”1. Puede que la palabra Bushido sea algo mas para vivirlo que para expresarlo. De cualquier manera, voy a escribir sobre ello.


El Bushido está basado en siete virtudes, o principios que todo guerrero debía seguir y guardar, estos son:

義 Gi – Justicia (decisiones correctas).

勇 Yuu – Coraje.仁 Jin – Benevolencia.

礼 Rei – Respeto.

誠 Makoto – Honestidad, Sinceridad absoluta.

名誉「名譽」 Meiyo – Honor.

忠 Chuu – Lealtad.


Estos siete principios están impresos en el alma del hombre. Toda sociedad ha buscado unos patrones o guías y han escrito sobre ello, tal es el caso de Platón en su obra “La Republica” en la cual cita las cuatro virtudes de todo ciudadano, estas son:


Prudencia.

Fortaleza.

Templanza.

Justicia.


La palabra Bushido aparece siglos después de que este código fuera de uso común entre los guerreros japoneses. Es en el periodo Edo (1603-1867) cuando empieza a escribirse sobre este código, siendo en 1716 cuando Yamamoto Tsunetomo escribe quizás la más célebre obra sobre el bushido, esta es Hagakure (oculto bajo las hojas). Este libro enseña unas directrices de cómo se debe vivir la vida de acuerdo a los siete principios anteriormente expuestos.

Con dichas directrices y bajo la influencia de religiones tales como el Budismo Zen y el Shintoísmo, el samurái llegaba a tener una plena aceptación de la vida, y con ella de la muerte. Un vivir “aquí y ahora” como dicen los maestros Zen, es decir, vivir el momento presente, sin apego al pasado ni miedo al futuro.


Solo pensando así, podemos imaginar cómo los guerreros samuráis entraban en combate.

Hoy día el combate se desarrolla en otras circunstancias, en otros escenarios, con otras amenazas y con nuevas tecnologías entre otros factores, pero el espíritu del combate sigue siendo el mismo. La raíz del combate ha permanecido invariable a lo largo de  milenios desde que el hombre empezara a combatir entre ellos por las regiones de caza o el acceso a un manantial de agua potable, hasta las modernas guerras asimétricas que se desarrollan en escenarios tan variados y bajo complicadas cadenas de mando conjunto-combinadas. La raíz del combate sigue siendo “morir o vivir” o dicho de otro modo “sobrevivir”.


Los guerreros samurái lograron un entendimiento de la guerra y el combate tan desarrollado que dicho espíritu lo translocarón a su vida cotidiana, a sus quehaceres diarios, en definitiva, a su forma de vida. Si analizamos profundamente este concepto veremos lo acertado de esta perspectiva. Para ello, solo nos tenemos que plantear una pregunta: ¿Estoy en paz? La respuesta casi con total seguridad es NO. Puede parecernos en un principio que sí, que estamos en paz, pero si empezamos a analizar nuestra vida, nuestro entorno, relaciones sociales, nuestra estabilidad económica, salud, y el largo etcétera del que se compone la vida, seguramente encontremos muchos factores que no nos permiten estar completamente en paz, situaciones en nuestra vida o aspectos de ella en las que exista el conflicto.


La época y lugar geográfico que nos ha tocado vivir, así como el marco socio cultural, nos alejan de situaciones de combate bélico, siendo en pocas ocasiones como en zonas de operaciones donde podremos vivir experiencias de combate bélico. El resto de conflictos los viviremos en el marco de nuestra vida cotidiana, en la familia, el trabajo o en las relaciones sociales. Pero por ello, no dejan de tener la consideración de conflicto, habiéndolos desde situaciones más leves a nivel físico como pudiera ser un problema laboral hasta situaciones en las que nuestra vida o la de otros corran un alto riesgo como puede ser un atraco bajo la amenaza de un arma de fuego.


El espíritu o actitud a seguir en ambos casos es el mismo, “sobrevivir” ya sea conservando nuestro trabajo para poder “vivir”, como superando la agresión física del atraco para poder “vivir”. Quizás la palabra “sobrevivir” exprese mejor la idea del combate.


Observando este punto, me reitero en lo acertado de la forma de ver la vida y vivirla por parte de los guerreros Samurái. Ellos comprendieron la esencia del combate, y todos los aspectos relacionados con él. Comprendieron los principios de la lucha y desarrollaron un complejo y estricto código de conducta para afrontar la lucha de la vida en su plenitud. Comprendieron que el “arte de la guerra”, no es otro que el “arte de vivir”. Por todo ello, estos guerreros cultivaron dicho arte manifestado en diferentes estilos de “artes marciales”.


Dichas “artes marciales” servían a varios propósitos, desde el más obvio o elemental, y quizás el aspecto más conocido de las “artes marciales” como es la preparación para el combate cuerpo a cuerpo entre dos individuos desarmados, pasando por estrategia y táctica militar, hasta la preparación mental y espiritual del combate más duro de todos; como es la aceptación de la propia muerte.


Entrenando en las diferentes escuelas marciales o “Ryu” un estudiante comenzaba aprendiendo una mecánica de movimientos o “Kata” hasta adquirir un nivel técnico suficiente que le permitiera la ejecución de dichas técnicas sin la necesidad de pensar en los movimientos o “formas”. Una vez adquirida esta calidad técnica, el estudiante aprendía a olvidar dichas formas, integradas ya en su cuerpo. Pasado este nivel, el aprendizaje empezaba a englobar quizás algo más complicado que la ejecución física de un movimiento, para centrarse en la estrategia, el ritmo, el espacio, la actitud… es decir, aquellos aspectos técnicos que no se ven; desarrollando variantes de la “Kata” original, “Henka” o variante, es decir, adaptando dichas “Kata” a diferentes circunstancias.

Esta capacidad de adaptación es la que nos permite sobrevivir; para muestra no tenemos más que observar la naturaleza. Los guerreros samurái desarrollaron esta capacidad de adaptación gracias al entrenamiento continuo de las “artes marciales”. Adaptación que no solo aplicaban dentro del campo de batalla, sino como dije antes, a todas las facetas de la vida.

Todo esto nos hace llegar a la conclusión de que la adaptación es el camino para sobrevivir, y la forma de adquirir la capacidad de adaptación es gracias al entrenamiento continuo de dichas “artes marciales”, es decir, a través del espíritu del Bushido.


Bibliografía:


José María Risco Rojas.

 
 
 

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